¿Otro libro sobre el Quijote?
¿No hacía falta?
Empezaré este artículo de presentación con algunos de los comentarios críticos que he recibido sobre mi libro Ciencia, magia y religión en el Quijote.
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¡Otro libro sobre el Quijote! Ya hay demasiados libros sobre el Quijote
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El Quijote hay que leerlo, no escribir sobre él
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¿Para qué escribes sobre ciencia, magia y religión en el Quijote, si es evidente que el Quijote no va sobre eso?
A lo cual yo alego:
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Es verdad que hay muchos libros sobre el Quijote, pero esto solo viene a reforzar su carácter de obra maestra e intemporal…y todavía queda margen para escribir muchos libros mas.
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El Quijote se lee muy poco, aunque se dice lo contrario.
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El Quijote rebosa de ciencia, magia y religión.
En cualquier caso, si las objeciones citadas fueran ciertas, siempre podré decir que soy el primero que ha escrito un libro muy peculiar, pues sería:
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un libro que no hacía falta
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que va sobre otro libro del que ya no habría que escribir mas
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y que toca temas que ese otro libro no trata
Interés por el triángulo: ciencia, magia, religión
Mi interés por estas tres materias, ciencia, magia y religión, se debe a que son los lados de un triángulo desde el que se puede analizar la evolución histórica de la manera en la que el individuo y la sociedad adquieren conocimiento sobre el mundo natural. Y cuando digo natural, incluyo también la naturaleza humana con sus peculiaridades, que si queréis las podéis llamar espirituales.
El mundo ha pasado por tres eras caracterizadas por la forma de adquirir conocimiento sobre el mundo natural e insisto en el sentido amplio de NATURAL: el mundo, las cosas y las personas, incluyendo la dimensión espiritual.
Era mágica
En el pasado remoto, hace miles de años, la visión mágica del mundo dominaba la vida del hombre primitivo. La llamada magia simpática se usaba para la caza y el chamán era el intermediario entre el mundo físico y el mundo de los espíritus cuya existencia nadie ponía en duda. La magia era el conocimiento completo e incluía a la religión y a la ciencia. La vida se orientaba a la fusión armónica con la naturaleza. La relación del hombre con la naturaleza era de INTEGRACIÓN. Conocer en la era mágica significaba significa fundirse con la naturaleza.
Era religiosa
En el pasado más reciente, hace cientos de años, por ejemplo en la España del Quijote, la religión había desplazado a la magia del lugar preponderante. Se había consolidado una nueva clase social: el clero, que estaba aliada con las clases gobernantes a cambio de un estatus privilegiado y con exención de la obligación del trabajo. Esta clase había sintetizado, ordenado, filtrado y deificado las antiguas creencias mágicas y, aprovechando el miedo de la gente a la muerte y el ansia de trascendencia que todos llevamos dentro, había fomentado la transformación de la vida en un proyecto religioso orientado a la salvación en el que, con ciertos matices, todos los súbditos estaban obligados a practicar la misma religión que su príncipe y su clero. La religión no era todo el conocimiento, pero había ocupado el ámbito de la magia y mantenía controlado el avance científico a través de la imposición de dogmasi. La vida individual y del grupo se orientaba a la salvación. La relación del hombre con la naturaleza era de SEPARACIÓN (San Agustín: «este mundo es un infierno en miniatura»). Conocer en la era religiosa significa aceptar la revelación del libro sagrado y la guía de la autoridad teológica.
Era científica
Pero hoy, la ciencia ha ganado un protagonismo fundamental en nuestras vidas. Usamos sus productos todos los días: el coche, el teléfono, el ordenador, los antibióticos, la electricidad… Y esto es posible porque la ciencia ha desarrollado un método racional, estructurado y exitoso para descubrir las verdades de la naturaleza y expresarlas con fórmulas matemáticas que luego permiten una materialización de esos avances en aplicaciones tecnológicas prácticas. Se conoce como el método científico, y en líneas generales dice que para explicar un fenómeno:
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Se propone una teoría
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Se diseñan experimentos para ver si la teoría se confirma o no
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Si algún experimento indica que la teoría no se sostiene, hay que abandonarla y buscar otra mejor.
A diferencia del dogma religioso, una teoría científica nunca es una verdad marmórea que, como diría José Mota, vale «del tó y pa siempre», sino una explicación parcial que se toma como una aproximación buena hasta que se encuentre otra mejor.
La relación del hombre con la naturaleza en la era científica es de EXPLOTACIÓN. Conocer en la era científica significa aplicar el método científico, pero cada vez más significa también PRESUPUESTAR.
Ciencia, magia y religión: campos separados
Pero en definitiva, la conclusión aparente es que aunque en el pasado, estos tres campos hayan podido confundirse y ser considerados como tres aspectos de la misma cosa, en la actualidad de la era científica están completamente separados y tienen objetivos distintos.
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La magia hoy se ve fundamentalmente como entretenimiento: prestidigitación, ilusionismo y trucos de desvío de la atención que ejecuta alguien muy habilidoso, que practica su oficio largas horas, pero que en el fondo sabemos que no tiene poderes sobrenaturales, sino destreza que engaña a nuestra percepción.
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La religión hoy muestra varias tendencias. La tendencia general, con muchos matices, claro, es la libertad de culto. La religión tiende a recluirse en la esfera de lo privado y parece haber un abandono gradual de la espiritualidad.
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La ciencia hoy es la base del progreso material de la sociedad y el elemento fiable para avanzar en el conocimiento del comportamiento del mundo natural. En principio, la ciencia no busca a Dios, ni se preocupa por lo sobrenatural más que a nivel anecdótico, pero donde mira, suele encontrar explicaciones puramente racionales, si bien, los avances en ciertos campos como la mecánica cuántica o la cosmología están llegando a zonas límite.
Pero a pesar de la apariencia de separación, mi trabajo de estos años me ha llevado a la conclusión de que, cuando se mira un número suficiente de ejemplos, la confusión de objetivos y campos entre estas tres materias es todavía muy grande.
Lindes en disputa y extremismos
Pervivencia de la superstición mágica
La superstición mágica perdura en muchas de nuestras costumbres individuales y colectivas: los aviones no tienen fila 13, ni los hoteles piso 13; no hay bodas en martes; hay curanderos y santeros a mansalva; el negocio televisivo de la astrología predictiva, que ya se critica en el propio Quijote, es enorme; el negocio de la música y el cine, sobre todo en Usa, está plagado de ceremonia y simbología mágica, y hasta algunos centros del poder mundial y líderes políticos usan con anormal frecuencia los símbolos mágicos, como si creyeran en su poder, como también hacemos muchos de nosotros cuando ligamos nuestra suerte a cualquier amuleto.
Por otra parte hay muchos que no quieren abandonar la idea de la existencia real de fuerzas sobrenaturales que actúan en el día a día: demonios, ángeles, entidades de otras dimensiones, o quizás razas extraterrestres que operan en el mundo sin dejar evidencias.
El recurso a ciertas técnicas mágicas nos rodea por todas partes sin que nos demos cuenta. Solo que esa magia se llama hoy, en realidad, psicología. El conocimiento profundo de esos límites de la percepción humana que decía antes, que no son solo del lenguaje visual, sino también del lenguaje hablado, junto a la manipulación de los instintos primarios de la especie, que son de tipo inconsciente: supervivencia y reproducción, se aprovecha hoy hasta el hartazgo por parte de ciertos personajes que bien se podrían llamar los magos de nuestra época:
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publicistas, que nos quieren vender cosas que no necesitamos a base de sembrar miedo, o de fomentar el consumo competitivo (SUPERVIVENCIA), o despertar deseo sexual (REPRODUCCIÓN)
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comunicadores «independientes» que leen un guion preparado por otros magos y nos sugieren que participemos de una corriente de opinión determinada, normalmente siempre bipolar (en términos políticos IZQUIERDA-DERECHA)
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líderes que quieren convencernos de que simplemente el voto es la solución, sin que uno mismo tenga que cambiar nada en su propio proceder, en su propia actitud vital, en alinear lo que piensa y lo que siente que es correcto con lo que realmente hace en la vida.
La magia moderna no lleva elemento sobrenatural involucrado, ni lo reclama más que a nivel de puesta en escena, pero sí lleva algo quizás mucho más poderoso: la sugestión basada en el poder de las técnicas de manipulación psicológica, psiquiátrica (drogas) y los estudios estadísticos de grandes masas de consumidores. Desde el momento en que modificamos nuestro comportamiento en función de lo que estos magos nos hacen creer se puede afirmar que su magia funciona y cambia la realidad.
Zonas oscuras de la religión
La religión, en general, y cada una de ellas en particular, no pensemos solo en la católica romana, que es la que por educación nos ha tocado, presume recalcitrantemente de tener LA VERDAD sobre aspectos trascendentes y morales de la vida. Y esto es algo muy serio. Pero ¿puede alguna religión tener la VERDAD? La VERDAD, si lo es, debe ser la misma en todas partes y en todos los tiempos:
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La ley de la gravedad es una VERDAD del mundo natural que funciona igual en Madrid que en La Meca.
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La regla de oro, no hagas a otros lo que no te gusta que te hagan a tí, es una verdad universal y atemporal. Nadie quiere que le hagan daño, que le roben o sufrir ningún tipo de violencia.
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Esto debería ser suficiente para comprender que la religión, si se toma como un TODO, que es lo que ella misma propone, no es una VERDAD absoluta del mundo natural, sino una pseudo-verdad relativa al tiempo que te toca vivir y al sitio en el que nacesii. Pero incluso en sistemas no teocráticos, como los de Occidente, hoy la religión no se resigna a permanecer en el ámbito de lo privado y procura ejercer su influencia en la conducción del Estado y de la moral del individuo a través de todos los mecanismos del sistema moderno: propaganda, grupos de presión mediática, alianzas políticasiii.
Pero también la religión, especialmente la católica y especialmente en los lugares donde cuenta con más fieles, como Sudamérica y África, es impensable sin su aspecto mágico, ese que permite al fiel tener una experiencia religiosa total. No en vano, en cada eucaristía tiene lugar la consagración, que es un acto mágico. Y el papa, aunque argentino y persona nacida de madre natural, sigue siendo, supuestamente, infalible en materias de fe.
Las sombras de la ciencia
¿Ya pensabais que la ciencia se iba a librar de la crítica? Pues no, porque la ciencia, al fin y al cabo, como la religión y como la magia, la hacen personas. Eran personas los científicos nazis que diseñaron la mezcla de gases letales de los campos de concentración, para que mataran de forma más eficaz. Y eran científicos los que diseñaron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki y planearon la forma y el modo de que hicieran el mayor daño posible, todo sea dicho, a población civil e inocente. La ciencia se ha revelado como una vía fabulosa de progreso material, pero no hay que olvidar que no es más que una herramienta que, mal usada, puede causar también enormes perjuicios. El ser humano, como «ser científico», está arrasando el medio ambiente del planeta y ayudando a potenciar un cambio climático cuyas consecuencias pueden ser desastrosas. Hay mucha desinformación al respecto porque las grandes corporaciones tienen muchos intereses en juego, y no olvidemos que también la gran empresa es dirigida por hombres que normalmente no ven más allá de la cuenta de resultados del año, eso en el mejor caso. Pero incluso en términos de la propia ciencia, desde antes de la revolución industrial del siglo XVIII, y aceleradamente desde ella, ya se reconoce que estamos inmersos en lo que se llama la gran extinción antropogénica que, esto da casi vergüenza decirlo, es casi comparable a la de la época de los dinosaurios.
Homo cientificus-economicus
El homo científicus-económicus está preocupado por el beneficio y nada más, por eso lo ve todo: las cosas, los recursos naturales y los RECURSOS HUMANOS…todo, como algo a explotar hasta que se acabe, sin pararse a pensar qué van a hacer las generaciones siguientes. Pero es que el medio ambiente, del que nuestra vida depende críticamente, es un sistema interrelacionado y frágil, mientras que el tamaño de nuestras máquinas crece sin parar. Y sí, es cierto que la ciencia puede poner parches pero si se instala en la «fe» de que todos los problemas, los de siempre y los que crea ella misma, los puede resolver la propia ciencia a a base de ingeniería y máquinas, el resultado es el desastre y la inmoralidad. Por ejemplo:
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La destrucción del mar de Aral en la antigua URSS
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El uso de drones para el asesinato de personas sin juicio previo. ¿Que diría don Quijote de los drones, si ya se quejaba de la falta de caballerosidad de la máquinas de guerra de su tiempo?
Hoy, el dominio de la ciencia es rotundo en todos los campos, y la incorporación de la ciencia económica a todos ellos ha traído la economización progresiva de la vida y su orientación al beneficio, la eficiencia y la productividad, relegando al olvido la integración mágica con la naturaleza y el proyecto religioso de salvación. De esta forma, cada vez más, la vida tiende a resolverse en términos económicos en el propio acto del trabajo (se elige aquel donde se gana más), del consumo (se compra incluso lo que no se necesita) o del entretenimiento (el tiempo libre se presupuesta en términos, no de lo que se va a disfrutar, sino de lo que se va a dejar de ganar)
La época del Quijote
En mi libro, yo he querido analizar el estado de cosas entre ciencia, magia y religión, según se ve en el Quijote, en la España de finales del siglo XVI y comienzos del XVII. Desde luego, lo que uno se encuentra es que los límites entre estas tres materias estaban mucho menos claros que hoy y que precisamente el tiempo del Quijote es un momento fundamental en el proceso de deslinde entre ciencia, magia y religión, un proceso que ya venía avanzando como una corriente subterránea lenta pero imparable, casi desde los trabajos de Tomás de Aquino, hasta el final del Renacimiento. Entonces solo faltaban unas décadas para que comenzara la Revolución Científica, el evento que verdaderamente marcó el punto de no retorno en el deslinde entre ciencia, magia y religión. En efecto, al excluir la magia y la mística de los laboratorios y al rebajar la categoría de la teología de reina de las ciencias a materia especulativa religiosa sin objeto de estudio palpable y limitar el poder represivo de la Inquisición a partir de la quema de Giordano Bruno y la humillación de Galileoiv, empezaron a revelarse las pautas del mundo natural.
Y si el tiempo del Quijote es importante, también lo es el lugar: una España que mientras se expandía por América y civilizaba, pacificaba y cristianizaba inmensos territorios, se veía obligada a hacer también de guardián de las esencias del catolicismo en Europa frente a las amenazas reformista y turca, desgastándose interiormente hasta la extenuación en hombres y capitales. Religión y magia se intercalaban entonces en perfiles como el de Felipe II, joven príncipe de formación exquisita y gran talento en arte y arquitectura, preocupado por el fomento de las matemáticas y católico más papista que el papa, que sin embargo cuando vivió en Inglaterra, de la que fue rey por matrimonio con la prima de su padre, le encargó un horóscopo al mago y ocultista John Dee. Rodolfo II de Bohemia, «cuñao» del mencionado Felipe, que se había educado en Madrid, no recibía a nadie sin que su astrólogo, el científico Kepler, descubridor de las leyes del movimiento planetario, le hubiera antes echado un horóscopo. Pero claro, entonces la astrología todavía era una ciencia con todas las de la ley, y de acuerdo a las reputadas autoridades de la antigüedad, como Tolomeo, al que Sancho llama «meón», los astros movían el éter, y este movia el aire, y así influía en toda la vida sobre la Tierra.
El Quijote es una ventana abierta al pasado en la que podemos estudiar la sociología de la nobleza, del clero y del pueblo llano; la política nacional e internacional, desde las guerras contra el turco, hasta la expulsión de los moriscos; el uso de las lenguas peninsulares, europeas y árabes; la decadencia del latín; los viejos sistemas de pesos, medidas y monedas; la carestía de la educación y de la universidad; las certezas científicas de las matemáticas y las supersticiones de la botica; el desprecio a la astrología adivinatoria o judiciaria y el elogio a lo que Cervantes llama «la verdad maravillosa de la ciencia».
Pero sobre todo el Quijote es una metáfora de la vida: un viaje, o tres viajes si los contamos por las salidas del hidalgo; tres viajes que amo y escudero llenan de significado existencial con su charla. Y es que, pese a que más de una vez se prometen guardar el silencio que les impone su diferencia de clase social, don Quijote y Sancho son grandes conversadores, se hablan y se escuchan con pasión y atención y prácticamente no hay asunto que no traten, ni parecer que no emitan, diseccionándolo para el lector con profusión didáctica, cautivadora, casi amorosa: el cosmos, la creación, el cielo, el infierno y el purgatorio, el hechizo del amor mágico, los modos del buen gobierno, los bordes de la razón y de la locura. Hechiceros, gigantes, pócimas mágicas, charlatanes, quimeras, necedades, desatinos, máquina y trazas: todo cabe en el mundo voluntariamente imaginado por el hidalgo y vívidamente real de aquella España echada a perder por mala gestión de la república y papismo extremo.
Don Quijote y el camino del conocimiento
Pero quizás el aspecto científico más importante del Quijote es que a través de la peripecia del hidalgo se nos muestra las fases del camino de la iluminación, para alcanzar lo que el propio don Quijote llama «el conocimiento más difícil que pueda imaginarse». ¿Cuál es este conocimiento tan difícil? ¿Fórmulas matemáticas, teorías físicas, declinaciones del latín? No. Es el autoconocimiento. El camino para alcanzarlo empieza en el reconocimiento de la propia ignorancia y en la voluntad de resolverla, de salir de ella. Para eso, don Quijote ha leido, tanto, que su entendimiento se ha quedado seco, nos dice el autor. Pero así nos muestra cual es la etapa inicial del camino del conocimiento: leer, leer, leer. La lectura se ha vuelto una actividad marginal en nuestra época de pantallas, videojuegos, televisión y cines, y sin embargo la lectura es la base del conocimiento.
Pero si lees y no comprendes quedas confuso. Al leer hay que reflexionar, repasar, analizar y memorizar para así comprender. Por eso, ademas de decir lectura, añado lectura sobre papel. Nuestra cultura es impresa. Lo que está escrito se subraya, se anota, y sobre todo queda. Pero ¿Para qué hacerse la cabeza caldo leyendo tanto?
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¿Para saber recitar las leyes? No, aunque expresarse bien es importante
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¿Para relatar la lista de reyes godos? No, aunque la memoria es importante
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¿Para aprender a hacer ecuaciones de segundo grado? No, aunque las matemáticas son la base de las ciencias.
La diferencia entre el bien y el mal
Leer para para conocerse y comprender la diferencia entre que es correcto y lo que no. Don Quijote ha comprendido y se ha hecho consciente de que en su mundo hay cosas que están mal. Don Quijote sabe expresarse, tiene buena memoria y anda algo flojo de matemáticas, pero la guinda de lo que le han enseñado sus libros es el conocimiento del bien y del mal: un conocimiento que muchos ven tan peligroso que prefieren permanecer en la ignorancia, porque una persona de conciencia no puede permanecer callada y quieta ante el mal. Hará lo que pueda para arreglarlo. Intervendrá en el mundo. Se arriesgará. Pondrá en peligro su comodidad, su seguridad, su hacienda, pasará por la burla, el ninguneo y el bienintencionado mal consejo: «vuelvase a su casa a cuidar de su hacienda y su familia», le dice el eclesiástico de Zaragoza. ¿Qué hace entonces don Quijote? ¿Espera a que actúen los líderes, el alcalde, el cura, el corregidor, el duque de su territorio? No. Don Quijote actúa inmediatamente para cambiar la realidad inmoral con la que se va encontrando. No se calla, no se oculta, no se aguanta y espera. Ve y actúa. Sabe que si todos hicieran como él, el mundo se arreglaría de la noche a la mañana.
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En su primera intervención don Quijote detiene el castigo físico que el labrador de Quintanar de la Orden, Juan Haldudo, está aplicando a un zagal que dice que le ha perdido alguna oveja. ¿Por qué no pasa de largo? Porque ha comprendido la importancia del principio de no agresión: no iniciar nunca la violencia, el robo, el mal.
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En siguientes intervenciones don Quijote se compromete a defender a Micomiconia, la imaginaria princesa a la que representa la joven Dorotea, que ha sufrido dos intentos de violación, de las malas intenciones del gigante Pandafilando. ¿Por qué se compromete con esta desconocida? Por que ha comprendido la importancia del principio de la defensa. Contra la agresión, se puede usar la fuerza, de lo contrario, reinarán los matones.
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«No agresión» y «defenderse de las agresiones», son las dos normas morales del mundo del hidalgo. Y en verdad si estas normas se cumplieran por todos, el mundo se arreglaría solo.
Don Quijote ha aprendido que estamos en el mundo para ayudar a crear esa realidad con nuestra contribución personal, y de la agregación de esas actuaciones y de su interacción con la naturaleza surge la realidad global. Don Quijote es como el loco del tarot, que arranca su viaje dando pasos inseguros y arriesgados a lo largo de un camino del que no ve más que unos pasos delante de él.
El camino del conocimiento empieza por leer, leer, leer. La palabra unida a la palabra, forma la cláusula, que unida a otras forma la frase, que unida a otras forma el párrafo. Cuando se lee en voz alta y con entonación, nuestra mente entiende lo leído y crece al mismo tiempo en conexiones neuronales y en capacidad de raciocinio real. Por algo el vocablo latino LIBER, significa en el original, y es raíz, al mismo tiempo, de nuestras palabras españolas libro y libertad. El camino del conocimiento continúa al esforzarse por COMPRENDER lo leído, y después sigue al ACTUAR con unidad de propósito, de acuerdo a lo que piensas y sientes, no en contra de ello.
La fuerza del amor y el misterio del coraje
Don Quijote piensa, siente y actúa de forma coherente. Es inconcebible que vea un entuerto y no intente hacer lo que esté en su mano para resolverlo, por muy arriesgado que sea, porque él ya no es ignorante, ni está confundido y ha decidido actuar para defender la VERDAD. Solo ante ella hincará la rodilla, no ante jefes, ni duques, ni clérigos: solo ante la VERDAD, que es lo que más se echa en falta en su mundo, como pasa en nuestro mundo de hoy. «Amigo de Platón, pero más amigo de la verdad», le dice a Sancho. Y ¿qué es esa verdad a la que sirve don Quijote? ¿Es la verdad del rey Felipe III, que se había dado a la buena vida mientras entregaba el Estado a la corrupción que impuso el duque de Lerma? ¿Es la religión católica, esas despiertas centinelas de la Inquisición que coludían con el poder para echar a judíos y moriscos de un país que era el suyo? ¿Eran los duques de Zaragoza, arruinados y desocupados en trivialidades? No. Don Quijote se cuida de decir que es buen cristiano, porque así había de ser para que el libro pasase la censura, pero arremete contra clérigos (poder religioso), contra carceleros (poder ejecutivo), y verbalmente contra reyes y leyes (poder legislativo). Esa VERDAD ante la que se postra el hidalgo se llama AMOR y es el cariño por las personas, por la naturaleza y por las cosas que emprende, y está simbolizado por el amor a Dulcinea que, en su casi segura inexistencia, representa a todo el mundo natural, ese mundo que hoy nos está pidiendo más Quijotes, más hombres y mujeres comprometidos solo con la VERDAD; esa VERDAD absoluta que existe. Cuando Jesús dijo: «La verdad os hará libres», no se refería a mi verdad o a la tuya o a la de aquel, se refería a la VERDAD que está por encima de credos e ideologías y que se puede sintetizar en algo tan sencillo como la regla de oro. De ese cariño verdadero por el mundo, representado por su Dulcinea, debe salir la fuerza misteriosa que don Quijote, y todos, necesitamos para actuar en defensa contra las agresiones y que se llama CORAJE. El coraje no es la disciplina, ni como se dice ahora en esa falsa terminología económica, tampoco es la motivación, ni la obediencia a unas reglas o a un jefe. El CORAJE es un misterio y cada uno debemos encontrar el nuestro, pero si nace de algún sitio debe ser del AMOR por la creación. El CORAJE es una fuerza de la que el caballero manchego anda tan sobrado, que le da hasta para ponerse espada en mano frente a un león con un: «Leoncitos a mí, leoncitos a mí y a estas horas», aceptando así el riesgo de la propia muerte en defensa de la ley natural, del orden de la creación.
Comprar el libro: Ciencia, magia y religión en el Quijote
En fin, para los que queráis comprarlo, aquí está el enlace. Feliz y provechosa lectura:

i No es mi intención discutir aquí si la religión fue un freno al progreso o un catalizador del progreso. Hablo en sentido genérico de todas las religiones y hablo del aspecto de control sobre los avances para procurar que nunca desencajaran con la teología reinante.
ii Si yo hubiera nacido en Egipto o en Tailandia, mis puntos de vista estarían influidos por mi visión musulmana o budista de las cosas.
iii Por seguir en el ámbito católico, hace poco hemos visto a los obispos vascos y navarros pedir perdón por las complicidades y ambigüedades de la iglesia y de sus pastores con la banda terrorista ETA.
iv El lector habrá notado que se trata de la Inquisición italiana, no la española, y que me ciño a los casos de Giordano Bruno y Galileo, muy importantes en el devenir científico. No es mi intención juzgar sumariamente a la Inquisición ni acusarla de todo lo malo.
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