España, en el atolladero

La vida fue siempre y será siempre un problema, pero yo me quejo de mi suerte,
Querida España, por verte en los días que corren amenazada de muerte,
Presa inerme de bribones, astronautas, presidiarios, doctores y rufianes,
Víctima de mil desmanes, rehén de facinerosos y corsarios de la peor calaña,
Que pisotean tu piel de toro noble y ahogan con saña tu cuello de gran nación.
Miro asombrado a izquierda y a derecha y no veo solución, salvo gritar:
¡Quítese la mortaja y vuelva, doña Isabel de Castilla!
¡Que han puesto a España en rebajas
Estas gentes de pacotilla!
…
Por aquí dibujan tu despiece los ladrones, por allá vejan tus símbolos los ignorantes.
Agoniza ante nuestros ojos la España de ahora y no existió nunca la España de antes.
Malbaratan tu espacio parcelado en autonomías los hampones con poltrona.
Borran del mapa a tus héroes y a tu historia, las leyes del género y la memoria.
Te tratan con desdén en Bélgica, en Alemania, en Ondarribia y en Pamplona.
Te silencian en Aaa’ Coruña, Ourense, «Yeida» y «Chirona». Y yo quiero bramar:
¡Vuelva, Su Eminencia, Cardenal Cisneros!
¡Que despedazan entre todos a España!
¡Sáquenos del atolladero!
…
Es el capitán de tu nave un hipócrita ambicioso que te llama nación de naciones.
Se negocia tu tesoro en tabernáculos de mafiosos a la sombra y prófugos felones.
Lleva el timón un bellaco giboso que rechaza siquiera pronunciar tu nombre.
Mientras sigue amodorrado ese tan preparado que dicen que podría ser rey
No queda en cubierta hombre, ni mujer, ni otra cosa decente que haga cumplir la ley.
Mira la tripulación el vergonzoso espectáculo, pero nadie se atreve a decir:
¡Vuelva, mi Señor, Don Fernando de Aragón!
¡Que echaron España a los perros,
Los enemigos de la nación!
…
Los pueblos que no conocen su historia, cogen la mala racha del día de la marmota.
Yo confieso que fui tan progresista, y tanto subí a a la noria, y tanto alcé la vista,
Que sin darme cuenta me volví un facha, un plus-ultra con la conciencia rota,
Rota de escribir España, España amada, España hermosa, España grande,
España en Madrid y en Lima, en Méjico y en Manila, y España también en Flandes.
Haré como hijo tuyo, siempre lo que tú mandes, pero déjame hoy rogar:
¡Volved presto, don Francisco de Quevedo y Villegas!
¡Que se inunda España de boticarios y doctores,
Que no son más que dizque titulados por entregas!
…
Mueres, España, de puñaladas traperas al unísono en los vagones autonómicos.
Te acusan de invasora, de imperialista y dicen que fuiste siempre una entelequia.
Está tu bella lengua proscrita, mal vista y vejada en televisión por venales cómicos.
No quieren tus asesinos colegiados ni música, ni misa católica en tus exequias.
Temo que habrá silencio obligado en tu funeral para que yo no pueda gritar:
¡Resucite pronto, don Baldomero Espartero!
¡El auténtico hombre que pudo reinar!
¡Y saque a España de este muladar!
…
Pero, ¡ea! No me hagas caso, España, pues solo soy bicho raro, caso clínico
Un dinosaurio que habla en sueños con Churruca, con Prim y con Blas de Lezo,
Un vestigio inadaptado de la ciencia que ha de extinguirse ante el mañana lumínico,
La nueva era del secesionismo, del comunismo, de la destrucción y de la tangana,
Un inútil para la prevaricación, la comidilla, el robo, la mentira y el descaro,
Un carcamal que pide amparo a la providencia con su ruego final desesperado:
¡Tomen cuerpo otra vez, doña María Pita y don Diego García de Paredes!
¡Que a España ya solo la salvan
Mujeres y hombres como ustedes!